La preocupación por la seguridad vuelve a colocarse al centro de la conversación nacional mientras México sostiene el reto de recuperar la paz en sus comunidades. En este escenario, la aprobación de una nueva ley para combatir la extorsión marca un giro que muchos esperaban ante un delito que afecta a familias, comercios y territorios enteros.
El avance legislativo responde al crecimiento acelerado de esta práctica delictiva en las 32 entidades del país. La nueva norma establece que la extorsión deberá investigarse de oficio y que contará con un marco homogéneo para evitar vacíos legales. Además, senadores de todas las fuerzas políticas coincidieron en la necesidad de elevar las penas, con sanciones que ahora pueden llegar hasta 42 años de prisión dependiendo de las agravantes.
Un esfuerzo legal ante un delito en expansión
El consenso legislativo buscó corregir la laxitud del proyecto anterior, que había reducido las sanciones y generado preocupación entre distintos sectores sociales. Asimismo, la nueva versión recupera castigos más severos para funcionarios que omitan denunciar extorsiones, con el objetivo de cerrar espacios a la corrupción institucional.
Por otro lado, se incorporó como agravante el uso de plataformas digitales y telecomunicaciones para cometer extorsiones, una medida que reconoce la evolución tecnológica del delito. Del mismo modo, se incluyó atención a víctimas con perspectiva de género, especialmente relevante ante casos donde mujeres, trabajadoras y comerciantes enfrentan presión criminal para continuar sus actividades.
El desafío operativo que deja la nueva ley
Mientras el país avanza hacia un marco más estricto, surge una inquietud que no puede ignorarse. La falta de recursos específicos para implementar los lineamientos provoca dudas sobre su alcance real. También preocupa la capacidad de fiscalías estatales para abrir oficinas especializadas sin un presupuesto adicional. Por otro lado, legisladores advirtieron que sin fortalecer policías y ministerios públicos, la ley corre el riesgo de quedarse en promesas.
A pesar de las dudas, el regreso del proyecto a la Cámara de Diputados confirma que la norma continúa su ruta para convertirse en herramienta central dentro de la Estrategia Nacional de Seguridad. La magnitud del problema queda reflejada en que variantes como el derecho de piso, los montachoques o las llamadas desde penales forman parte ya de la vida cotidiana en numerosas regiones, un recordatorio de que la urgencia social exige respuestas firmes.
Las discusiones legislativas también destacaron que las cuentas entre compañías crecieron más del doble frente al año previo en un entorno económico convulso, dato que refuerza la relevancia de proteger actividades productivas que sostienen miles de empleos.