La disputa por el agua volvió a tensar la relación entre México y Estados Unidos, luego de que Donald Trump amenazó con imponer un arancel adicional de 5 por ciento a los productos mexicanos. El señalamiento surgió nuevamente como un recordatorio del peso que tienen los recursos hídricos en el equilibrio político, económico y social que comparten ambos países.
México enfrenta una presión creciente. La presidenta Claudia Sheinbaum reconoció que el tratado de 1944 no se ha cumplido a cabalidad por la sequía prolongada, una realidad que también afecta a regiones fronterizas donde comunidades y productores viven al límite por la falta de agua.
Aranceles, sequía y presiones sobre el agua
El mensaje de Trump, difundido en redes sociales, exigió la entrega de 200 mil acres pies de agua antes del 31 de diciembre. Además, advirtió que el resto del volumen previsto debía entregarse poco después. La amenaza implica que los aranceles a exportaciones mexicanas podrían llegar hasta 35 por ciento, un escenario que ya preocupa a sectores económicos clave.
La respuesta oficial se sostuvo en la complejidad climática. Largas temporadas de calor y sequía redujeron drásticamente el caudal de los ríos Bravo, Colorado y Tijuana, lo que dificultó cumplir con los compromisos. Por otro lado, la reciente temporada de lluvias mejoró los embalses nacionales, aunque no eliminó la presión diplomática.
Impacto regional y riesgos para productores
En estados fronterizos, la disputa por el agua ha generado episodios de tensión social. Productores mexicanos han bloqueado carreteras, frenado transporte comercial y exigido que el gobierno federal no entregue más líquido a Estados Unidos sin garantizar primero la disponibilidad local. En Juárez, alrededor de 7 mil camiones quedaron detenidos en un bloqueo reciente, un recordatorio del alto costo económico que genera cada desacuerdo bilateral.
Las presas del norte funcionan hoy bajo vigilancia estricta. El volumen actual refleja una recuperación parcial tras las lluvias de otoño, aunque especialistas advierten que la variabilidad climática mantiene la vulnerabilidad estructural de los cuerpos de agua compartidos.