La relación entre México y Estados Unidos atraviesa un momento crítico tras revelarse que la presencia de espías rusos aumenta sin una respuesta contundente del gobierno mexicano. La historia, que combina diplomacia, inteligencia y tensiones geopolíticas, vuelve a colocar a México en el centro del tablero internacional.
Washington advirtió desde 2022 que la actividad encubierta de Moscú crecía en el país, pero México no expulsó a los operativos señalados. Además, autoridades estadounidenses sostienen que la capital mexicana se convirtió en un punto estratégico para encuentros que buscan evadir la vigilancia norteamericana.
Actividades de espías rusos generan preocupación bilateral
La CIA habría entregado una lista con más de veinte espías rusos que usaban cobertura diplomática, aunque México no tomó acciones para retirarlos del país.
En consecuencia, Estados Unidos reforzó su monitoreo e incluso designó a su primer observador dedicado al seguimiento de Rusia en la embajada en Ciudad de México. Paralelamente, Francia y Reino Unido manifestaron inquietud por campañas de desinformación que atribuyen a operadores vinculados al Kremlin.
Presión internacional y respuestas divergentes desde México
Funcionarios de alto nivel en Washington insistieron en que México debía actuar ante la creciente presencia de inteligencia rusa, pero las respuestas variaron. Mientras algunos encuentros diplomáticos prometían cooperación, otros la minimizaban, lo que generó inconsistencias sobre el manejo de la lista original.
La postura mexicana también se vio influida por la política exterior que privilegia la neutralidad y por un clima político que observa con desconfianza la influencia estadounidense. Por otro lado, Moscú defendió a su personal diplomático y acusó a Occidente de fabricar señalamientos sin fundamento.
Datos recientes muestran que Rusia mantiene una de sus embajadas más grandes en el mundo en Ciudad de México, con 85 diplomáticos acreditados, cifra que contrasta con el número reducido de representantes mexicanos en Moscú.