Los tacos al pastor no son solo un antojo, son parte del pulso urbano que ha acompañado a estudiantes, políticos, artistas, noctámbulos y familias durante más de cuatro décadas. En Cuernavaca estas cinco taquerías —cada una con su propio mito, fundadores y clientela fiel— cuentan, en cada bocado, una parte del alma de la ciudad.
Fundado a inicios de los años 80, su fama nació entre los obreros, los jóvenes de Amatitlán y los que regresaban del antro cuando la ciudad apenas despertaba.
Su dueña mantiene viva la receta del pastor que combina sazón chilango y toque local. Muchos recuerdan verlo abarrotado tras las madrugadas de Taizz, Alebrije y Classico, cuando era costumbre cerrar la noche con una orden doble de pastor y una Coca en botella.
2. Epytacos
Su historia comenzó a mediados de los noventa con un pequeño puesto familiar que se ganó fama por su constancia y su receta equilibrada: pastor dorado, tortillas calientes y salsa exacta. Sus clientes lo consideran “el lugar que nunca falla”, un rincón que sobrevive a modas gastronómicas y cambios de dueño en otras esquinas.
3. Taquería Eréndira
Entre los locales discretos está Taquería Eréndira, activa desde hace más de tres décadas. Nació como un pequeño carrito de metal en una esquina céntrica, con un trompo modesto y un letrero hecho a mano. Su éxito fue tal que pronto pasó de puesto a local fijo. Los viejos comensales aún recuerdan cuando el taquero anotaba los pedidos en servilletas y los vecinos guardaban mesa con un refresco. Hoy, sigue fiel a su estilo: sin adornos, sin prisa, con el mismo sabor que ha sobrevivido a generaciones.
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4. Los Parados
Pocas taquerías son tan parte del paisaje nocturno. Desde finales de los ochenta, el local se convirtió en punto de paso obligado para taxistas, músicos y quienes cerraban el turno o la fiesta. Su nombre, tomado de la costumbre de comer sin sentarse, refleja la esencia del lugar: informal, rápido y confiable. Aunque comparte nombre con una cadena de la Ciudad de México, el de Cuernavaca tiene identidad propia, ganada a pulso.
5. La Gringa 3:
“Sin tacos no hay paraíso”, dice el lema de La Gringa 3, taquería fundada en los años noventa. El lugar combina un toque familiar con un servicio que resiste el paso del tiempo. Su fama se extendió por su constancia: siempre abierta, siempre igual. Ha visto pasar a generaciones completas de clientes, desde universitarios hasta oficinistas, y hoy es parte del circuito indispensable de quienes conocen el verdadero sabor nocturno de Cuernavaca.
Estas taquerías reflejan la permanencia de los negocios familiares que dan forma a la vida cotidiana de Cuernavaca. Con trayectorias distintas pero raíces comunes, mantienen viva una tradición culinaria que es parte del carácter local.